Desayuno con sirvienta

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Fotografía de Ellen Von Unwerth

Me gusta pisar firme cuando estoy llegando a la suite del hotel. No siempre es el mismo hotel, pero siempre es la mejor habitación disponible. Él cuida esos detalles. Sé que oye el repicar de mis tacones y eso aumenta su desazón. Un breve golpe de nudillos y me abre la puerta. Sus ojos negros me dicen que quiere besarme con la pasión de una larga ausencia. No podemos vernos todo lo que quisiéramos. Es un hombre casado y es más esclavo de su trabajo que mío, mal que me pese. Sabe que no puede abalanzarse sobre mis labios hasta que no le de el consentimiento. Alguna vez se la ha jugado y entonces no he tenido más remedio que cruzarle la cara sin ninguna misericordia. En su mundo exterior, es un hombre acostumbrado a mandar. Una vacilación por mi parte, y a la mierda nuestro pequeño imperio de los sentidos. En nuestro reino íntimo y secreto, yo soy la soberana absoluta y él, mi siervo. Hubo un tiempo en el que quería arrebatarme el cetro. Finalmente, se rindió. Bajo mi yugo es mucho más feliz.


Cuando cruzo el umbral de la puerta y la cierro tras de mí, él sabe bien lo que tiene que hacer. Se arrodilla, se reclina hasta besar la punta de mis zapatos y pronuncia, solemne, las palabras de bienvenida. A él le encanta este protocolo. Cuanto más estricto, mejor. Dice que así se zambulle con facilidad en su servil papel. Pero a mí el protocolo no me importa lo más mínimo. Lo que me gusta en realidad es contemplar cómo se traga el orgullo y arrastra su corbata de seda por los suelos para babearme los zapatos como un vil gusano. Es la metamorfosis lo que me emociona. A veces, le tengo un buen rato ahí inclinado a sabiendas que sus delicadas rodillas de hombre de pomposo despacho se resentirán. Cumplida la liturgia de bienvenida, le permito que me devore la boca. Sentir cómo lo hace, con su devoción impaciente, rozando casi la impertinencia, me produce un gran placer. De todos cuantos he conocido, es el hombre que mejor besa. Así que no dejo que se exceda mucho tiempo con su voluptuoso juego de boca. No quiero caer en la tentación de desbaratar el perverso proyecto, que vengo maquinando desde hace días, y sucumbir a la complacencia blanda y urgente. Además, detesto tomar el café frío. Nuestros encuentros suelen producirse de buena mañana, en horario laboral. Él se encarga, con la precisión de un relojero suizo, de calcular mi llegada y pedir el desayuno para tenerlo todo listo.

Tras los besos, saco su atributo de esclavo de mi maletín. Es un vulgar collar de perro, de cuero negro con tachuelas. De pie, delante del espejo, se lo ciño al cuello mientras cruzamos las miradas en el reflejo. Quiero que me vea. Quiero que se turbe con la pérfida lujuria de mis ojos. Que advierta en ellos la antesala del húmedo abismo que anida en mi pensamiento. Quiero que tiemble con los movimientos de mis labios junto a su oreja. Quiero que su bragueta estalle cuando enumero, con el más dulce de los susurros, todas las abyectas criaturas en las que le voy a convertir.

Con la cadencia de mis gestos, tiene lugar, poco a poco, una mutación inversa. El hombre de traje y corbata se desnuda como si dejara caer sus brillantes alas de seda. Emerge una crisálida de envoltura incierta y viscosa. Un paso más, y la oruga saldrá del color que yo la pinte. Para servirme el desayuno, me gusta que lo haga en calidad de sirvienta. El femenino ahonda en su humillación. Sin embargo, al mismo tiempo, le libera de los compromisos con su género. Un pesado lastre menos en el oscuro viaje hacia la catarsis. Y avanzamos en su transfiguración con las prendas que le he traído. Ninguna coordina con ninguna. Medias de rejilla rojas. Bragas de encaje, rosa pálido, como la piel de un cerdo en su sanmartín. Unos zapatos negros de tacón alto, de charol de mercadillo. Y para coronar mi grotesca obra, una cofia de criada victoriana. Una pieza de anticuario de hilo desgastado y amarillento. Le contemplo complacida desde la mullida butaca de hotel. Cualquiera que le viera, se retorcería de risa. Yo no. Le ordeno que desfile hasta el fondo de la estancia y vuelta. Está absolutamente ridículo. Sus pasos no pueden ser más torpes. Despojado de toda su dignidad, su belleza es sublime.

Ahora ya puede servirme el desayuno. Necesito aprovisionarme de energía. Nos espera una intensa jornada de amor.


Leonard Cohen - I'm your man

19 comentarios:

Anónimo dijo...

magnifico, hay mujeres y tu debs ser una de ellas por las que yo tambien me vestiria de sirvienta. un abrazo

Fernando dijo...

siempre dejas tu mano meciendo el relato...

besos

enrique dijo...

Un buen desayuno siempre ayuda. Y si es D/s alimenta mente y cuerpo...

Javier dijo...

Fascinantes juegos de dominación !!!

Sintagma in Blue dijo...

Tu belleza también es sublime.

Mery dijo...

Me encanta cómo le haces despojarse de sus brillantes alas de seda. Esa imágen me parece fascinante, como todo lo que describes.
Eres genial

Anónimo dijo...

sublime y apasionado guiño. Gracias, gracias. Un Beso

Anónimo dijo...

Que extraño maridaje haces, entrelazando la escena relatada y la consideración final de manifestarla como, el principio de una jornada de amor. Me pregunto como es posible ridiculizar a quien esperas amar.
Como relato lo entiendo, pero una escena así en la realidad, no se como considerarla. Me gustaría saber como sigue.

Anónimo dijo...

Mdme. X, ¿el texto es tuyo?

Anónimo dijo...

El aire me trajo aroma a albahaca.
El buen gusto no falta, por lo que veo.
Wolf

Madame X dijo...

Menalces... si eres capaz de eso, es que eres un hombre interesante. :-)

Fernando... qué poético lo que me dices. No puedes evitarlo.

Enrique... tú sí que sabes.

Pe-jota... te aseguro que lo son.

Sintagma... gracias. Es la belleza que tú cantas en tantos y tantos versos.

Mery... gracias. Deberías probar :-)

Anónimo I... otro beso para ti.

Anónimo II... hay muchas formas de amar. Ésta es una de las más sublimes.

Anónimo III... salvo que vayan reseñados con otra autoría, todos los textos son míos.

Wolf... una gratísima sorpresa verte merodear por aquí. La albahaca, aromas de hermosos recuerdos.

avillarin7 dijo...

Al ser sumiso en su "mundo interior", necesita ser algo de héroe en su "mundo exterior"...

(me ha recordado a algo que escribí hace mucho tiempo;...ponme un yugo al cuello y vuélvete mi caballo inquieto...)

Agur

Justo dijo...

¡Me encantó!

Sabes, en tu etapa de letargo te dediqué una entrada, me parece que no la llegaste a ver.. te la enlazo ahora.

http://tiburonesenkorador.blogspot.com/2010/06/pilar-pedraza-al-rojo-rubi.html

Un beso grande

Marqués de Zas dijo...

Sorprendente y fascinante relato de un erotismo perturbador. Como es habitual, no aclaras si es un cuento o una verdad, aunque es cierto, que es como un puño. Directo al hígado. Por algunos comentarios (naturalmente anónimos) parece que algo hay de cierto. Y eso le da al relato más misterio y hace a Madame X mucho más atractiva. Despojar a una persona de todo lo que le da dignidad, status y convertirla en un un ser despreciable, vestirle con unos atributos que en público desprecia pero que en el fondo desea, y llevarle por ese camino a una excitación sexual increíble, única y maravillosa, es una habilidad que sólo esta al alcance de unos pocos. Si esto no es literatura, mi más sincera enhorabuena por tu valor y conocimiento del alma, y si es ficción..., felicidades por tu imaginación.

enkil dijo...

Estupendo relato ¿a quien le importa si es real o no? ¿donde empieza lo real y termina lo imaginario?.
Me gusta como escribes, como transmites. La prosa es brillante, perfectamente descriptiva, te atrapa, te conduce a su terreno y se hace entretenida y sinuosamente atractiva.
El contenido original, morboso, erótico, también me gusta, aunque no envidio al seducido, ¿pero eso que importa? también me gustan los libros de zombis y no aspiro a ser uno de ellos.
Tienes una gran capacidad creativa que envidio cariñosamente. Siempre es un placer encontrarme con tus relatos, en realidad es un placer encontrarme con cada post, siempre diferentes y siempre válidos e inteligentes.
Besos Madame.

atikus dijo...

en el amor como en la guerra todo vale ;-)

a tus pies...

Anónimo dijo...

Tus fotos son siempre tan eróticas y provocativas ... pero siempre de mujeres con mucho sex-appeal.
Por eso me pregunto si te gustan las mujeres o los hombre o ambos

Anónimo dijo...

Quien calla otorga, X.

Anónimo dijo...

Ya sabes que una puta como yo está dispuesta a eso y más .... en un ofrecimiento abierto y completo a tu servicio y placer. :)