La primera vez...

Fotografía de John Dietrich
Pronto se cumplirán siete años desde la primera vez que blandí una fusta y la usé sobre una carne entregada. Tenía entonces treinta y tantos.

En aquella época, llevaba más de un año merodeando por un salón de chat de temática sadomaso. Aún lo recuerdo bien. Era un lugar amable y fascinante. Anónimos visitantes pululaban por ahí con alias cargados de extraña simbología. Tardé un tiempo en comprender su significado, en distinguir quienes eran dominantes y quienes sumisos. Otros, deambulábamos por ese curioso reducto cibernético como meros fisgones. O eso creíamos. Lo cierto es que llevaba tiempo atrapada en aquel enigmático mundo de bizarras pasiones. Entre tanto, me había dedicado a deglutir cuanta información era capaz de encontrar. Charlaba con unas y con otros, investigando, como quien busca la clave de un misterio vital. Comenzaba a necesitar respuestas a mis propias pulsiones.


De vez en cuando, jugaba en la distancia, con calculada asepsia, en uno y otro bando. Uno de esos compañeros de juego se estaba afianzando cada vez con mayor presencia en mi territorio. Era un tipo simpático y tierno, con un punto canalla. Sus embaucadoras ocurrencias, más que cabrearme, me hacían sonreír. Acostumbraba a seducir vestido con los tópicos de Amo. Sin embargo, conmigo siempre se mostró oferente. Su astuta estrategia empezó a darle réditos. Poco a poco, me fue atrayendo al lado oscuro de la dominación femenina. Y cuando ya estábamos envueltos en una pasión sin remedio, el muy cabrón me confiesa que era un sumiso avezado, pero que debido a la escasez de dóminas, le era más rentable, a pesar de la menor satisfacción, ejercer de dominante. Con lo cual, resultaba más que evidente que no fueron mis encantos los que le hicieron rendirse a la sumisión, tal como me había hecho creer. Oh, sí, en ese preciso instante le hubiera tumbado sobre mis rodillas, bajado los pantalones, y propinado una tunda de azotes con una zapatilla, doméstica y vulgar, hasta dejarle el trasero al rojo vivo para que no se pudiera sentar sin lamentarse, al menos, durante una semana.

Ya estaba madura para dar el salto a la dominación en carne y hueso.

Decidimos que había llegado el momento de encontrarnos. Nos separaba un buen puñado de kilómetros de costa. Un fin de semana de primavera, nos citamos en un punto a medio camino. Al reconocernos en la cafetería acordada, la chispa saltó a los pocos minutos de saludarnos. El tiempo preciso para reajustar nuestra impronta virtual con la realidad tangible. Su sonrisa me cautivó más de lo que había estimado en la distancia. Siempre es difícil imaginar una sonrisa sin conocerla de primera mano. Entonces me di cuenta del lío en el que me había metido.

Se nos había hecho la hora de comer. Se hizo cargo de mi equipaje, lo metió en el maletero de su coche, y me llevó a un restaurante marinero, a pie de playa. Durante el almuerzo, pensé: - No tengo la más mínima experiencia en someter a señores. ¿Cómo voy a resultar un Ama convincente con un tío tan experimentado? Voy a hacer el idiota o algo peor-.

Para cuando nos sirvieron los cafés, el miedo al ridículo se había instalado en la boca de mi estómago. Tampoco ayudaba mucho una larga trayectoria de monogamia sobre mis espaldas. Y llegó el momento de decidir si nos íbamos al apartamento que él había alquilado en previsión de que el encuentro tuviera éxito. En un acopio de valentía, le dije que sí, aunque una disimulada ráfaga de cordura me tentó a salir por piernas de aquella inusitada situación.

He de reconocer que su ternura y su perceptiva inteligencia, unida a su experiencia y a su madurez (me llevaba algunos años), me allanaron el camino hasta el apartamento. Aún así, una vez ahí, la punzada en el estómago se agudizó.

Le ordené, con la torpeza de la novata, que despejara el mobiliario del salón y que se preparara para recibirme en cuanto volviera de la toilette. Me encerré en el cuarto de baño como quien se refugia en un bunker a prueba de cualquier bomba. Me asee y me vestí para la faena tal como había ideado en la distante seguridad de mi casa. Sujetador, bragas, liguero y medias. Todo negro. Aunque la lencería de seda y encaje que estrenaba era de un estilo clásico y sobrio, me percibí más provocadora que nunca y un ataque de pudor vino a empeorar mi estado de ansiedad. No sabía de dónde sacaría el coraje para salir ahí fuera y convertir a ese hombre en un jodido perro de mierda, que era precisamente lo que esperaba de mí. Traté de distraerme concentrándome en el maquillaje. Un maquillaje sin estridencias, pero acentuando el contorno de ojos e iluminando el voluptuoso rouge de labios con más brillo. El cabello algo cardado, tal vez, con la inconsciente intención de invocar la bravura de la fiera. Faltaban los zapatos. Me senté en el borde de la bañera. Y antes de calzarme los tacones de aguja, ajusté de nuevo las medias para asegurarme que cada costura ascendía recta por el contorno trasero de mis piernas. Al levantarme, sentí tambalearse mis tobillos. Pensé: - A lo mejor, esto no es lo mío. A lo mejor, lo más sensato es salir ahí fuera y decirle a ese tipo que lo siento y que no voy a seguir con esta farsa. Oh, dios, sólo a mí se me ocurre meterme en estos líos como si fuera una adolescente en pleno caos hormonal-. Necesitaba urgentemente un cigarrillo. Lo encendí. Un par de bocanadas de humo me sentaron bien. Mientras fumaba, me contemplé en el espejo. Primero fue una visión superficial. Me vi hermosa y extraña al mismo tiempo. ¿Quién era esa criatura que me miraba así? Unos ojos de perfil almendrado me penetraban desafiantes con el fulgor de una loba.

Era mía esa mirada turbia. Por primera vez, me asomé al abismo. Me mostró cuan perversa lascivia anidaba más allá de mis pupilas. Por primera vez, me reconocí en el deseo perturbador de una dominatriz.

Estaba exactamente donde quería estar. A un paso de la escena que había recreado tantas veces en noches solitarias y lúbricas. El espejo me sonrió con un rictus cómplice. La presión en el estómago se había esfumado y los tobillos recuperaron el equilibrio, como si un vendaval hubiera arrastrado lejos de mí cualquier resquicio de duda o de temor. De pronto, me sentí capaz de devorar lo que se me pusiera por delante. Un hambre primigenio y feroz corría por mis venas y era la piel de una depredadora la que se ajustaba a mi anatomía. Ya no quería demorarme más. Ahí fuera me esperaba lo que había venido a buscar. Y salí con pie firme a la arena.

Nunca podré olvidar su expresión al verme aparecer en el umbral de la puerta. Debía llevar un buen rato arrodillado y esperando. Desnudo. Y todo él se estremeció al contemplarme de abajo a arriba y cruzarse con mi mirada. Se le quedó cara de tonto. No atinaba a decir nada ni cuando me tuvo delante. Sólo esa mueca como de parálisis facial. No me quedó más remedio que propinarle una buena bofetada. Entonces reaccionó y se postró como es debido. Con la frente en el suelo, me besó los zapatos con verdadera devoción, dándome la bienvenida como merecía.

Lo que sucedió después, pertenece a mi más estricta intimidad. Puedo decir, sin embargo, que fue un encuentro entrañable e intenso. Tuve que suplir mi nula experiencia con una buena dosis de imaginación. Por circunstancias de la vida, no nos volvimos a ver. Pero conservo intacta la fusta que me regaló para la ocasión. Corta, femenina y contundente. Es mi instrumento favorito y el que manejo con mayor destreza. Es mi enseña.

Desde aquel día, la mirada cómplice del espejo ha sido mi aliada más fiel para combatir cualquier vacilación o temor. Desde aquel día, cuando tiemblo, invoco a la Loba…

31 comentarios:

variopaint dijo...

estupendo...
mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm...
un beso

Anónimo dijo...

Es esa tu mirada?
Ya te puedo imaginar con la fusta en la mano, aun que a mi, como mucho, unos buenos arañazos en la espalda y ya ;)

Un besazo.

Mery dijo...

Madame, con este relato y tus ojos poniéndole punto final, no sé cómo vas a salir intacta de ésta.
Imagino que no dejarás así a tu audiencia, que, ansiosa, espera oir tu evolución.
Magnífico.

enrique dijo...

Estupendo relato.
Yo también frecuentaba (antes mucho más que ahora) esos canales de chat.
Lástima...

Anónimo dijo...

el sexo brutal es el mejor sexo, porque todo es lo más fuerte, es no solo sexo.

bss

Erotismo dijo...

Por lo que veo, parece que empezaste con muy buen pie... y con poca torpeza. Da la sensación que siempre hubo una dominatriz con ganas de sacar sus dotes de mando escondida en tu interior.

Como siempre, dotando de una gran calidad y delicadeza todo tu erotismo.

Ciao

Anónimo dijo...

Eso de " Tu estricta intimidad" me resulta altamente curioso. Si cuentas sensaciones pues, cuentalas. Si cuentas con situaciones, cuentalos. Pero si no quieres contar nada mas, no digas nada mas. Claro que lo mismo es una primera entrega. Esperemos.

Madame X dijo...

Variopint, un besito...

Hasta los cojones... pues la fusta suele ser más inocua que unas uñas afiladas, que lo sepasss.

Mery, eres una jodía provocadora. Te recuerdo que nos has dejado a medias con la historia de Sandra… ejem.

Gracias, Enrique… a ver si nos vamos a conocer, ¿te imaginas? Me refiero a conocer de coincidir en algún chat. Yo también hace mucho que no entro en los salones del ambiente. Todo está como distorsionado.

Terro… que también hay mucha ternura en este tipo de relaciones. Que lo brutal es más estética que otra cosa. Pero tienes razón, es mucho más que sexo. Por eso es tan fascinante.

Erotismo, gracias por tu apreciación. Empecé bien, sí, pero fue gracias a que tuve a un buen cómplice que me facilitó mucho las cosas. Eso es muy importante. Y no sé si siempre tuve a una dominatriz dentro. En un momento dado, la hay en toda mujer, sólo hace falta que confluyan las circunstancias apropiadas. Solemos ser bastante más complejos de lo que creemos.

Anónimo, puede que te resulte curioso ese comentario y hasta puede que tengas razón y me podría haber ahorrado esa frase (es como muy manida, ahora que releo), pero hubiera apreciado mucho más tu comentario si lo hicieras con la “cara al descubierto”. Así, tan anónimo, tienes pinta de tocapelotas.

Fernando dijo...

PUES AMI NO ME DAS NINGÚN MIEDO ..CREO MÁS QUE SEGURO QUE ENCONTRABA EN TI A LA QUE TODAVÍA SIGUE EN AQUEL CUARTO DE BAÑO CON EL ESTOMAGO ENCOJIDO...BESOS XX..PERDÓN POR LAS MAYUSCULAS..NO TE GRITO..AJ,JA...EL ORDENADOR DEL TRABAJO QUE ES UN POCO CABRÓN.

Javier dijo...

Genial e inspiradora, descubriendo esos oscuros recovecos del deseo, diciendo aquello que pocos se atreven a confesar.

Siempre inspirada !!!!.

Anónimo dijo...

mmmm que peligro tienes jaja

un bseo.

pepe perez dijo...

Con esa mirada eres capaz de hacerse postrar al más pintado.

el otro amante dijo...

Como relato me ha interesado, si se aproxima a la realidad....menos. Debo ser de otro planeta porque no entiendo ni el sado ni el maso. Me conformaré con lo de: para gustos se hicieron los colores.

Madame X dijo...

Fernando S., yo no doy miedo… lo que en realidad nos da miedo es descubrir nuestra propia oscuridad a través de la mirada del otro.

Gracias, Pe-Jota, siempre eres muy generoso.

Fernando, el peligro está en la tentación de tu mirada.

Al más pintado no, Pepe… sólo a quién lo desea profundamente.

No, Amante… tú estás en el planeta correcto, soy yo la que ha cruzado la frontera. Y sí, es genial que haya tantos colores para elegir.

Anónimo dijo...

Tan anónimo como "Madame X" es el "anónimo" pero, por lo que veo las criticas no te gustan. Mal comienzo para quien expone sus trabajos, sean ciertos o inciertos;mala respuesta y, mal adjetivo " tocapelotas ",!! manda huevos¡¡. Se te ve firme y casi mas dominatriz con esa expresión. !! Paciencia ¡¡ y mesura

Madame X dijo...

Jajaja... ¿ves como eres un tocapelotas?

Capri c'est fini dijo...

Había mirado por encima el post y quería leerlo tranquilamente porque sabía que me gustaría. Madame, enhorabuena, me parece un relato precioso. Me quedo con esa mujer cagada de miedo que intenta hacerse fuerte metida en un cuarto de baño y como sale convertida en una auténtica dominadora. Siempre me ha dado curiosidad cuales son los verdaderos sentimientos que hay bajo la fachada de la dominación. Beso humildemente tus tacones.

Fernando dijo...

cuando busco un repelús de emoción me vengo a verte..y te imagino...je,je..besos

Anónimo dijo...

Magnífico relato Madame, por la prosa, por la lírica y si, también por lo atrevido y atractivo del tema. De nuevo relatas de forma magistral, yo diría en mi ignorancia que hasta profesional, y me refiero a la encadenación de palabras, verbos, adjetivos, puntos suspensivos... En fin, no te voy a alabar más aunque bien te lo has ganado, mira que no suelo ser de los que leen blogs con exceso de letra (libros si, mira, son manías), pero tus relatos se me hacen amenos y hasta cortos.
Besos.

Madame X dijo...

Gracias, Capri, eres un encanto... Me ha gustado tu "humildad" ;-)

Fernando, que malo eres, jodío.

Enkil, me haces sonrojar. Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Nada, rien de rien, no te gustan las criticas. Tu calificativo, te califica.

Anónimo dijo...

Ya hemos vuelto de vacaciones y queremos hacerte un obsequio porque además de tu participación también tenemos otras razones que exponemos en el blog. Pásate a recogerlo cuando puedas y esperamos que te guste.
Besos multicolores.

Nosotras mismas dijo...

Enhorabuena por el premio que te han dado desde "Cogidas de las manos"

Besos

BettyBlu dijo...

Me has enganchado con tu primera vez. Me ha encantado, me ha estimulado, me ha excitado, por un momento me he imaginado siendo tu, con esa fusta en mi mano ...

Lástima que te hayas guardado los detalles, me hubiese gustado conocerlos.

Un beso

Óscar dijo...

Excelente! Además saber que eres una libertina libertaria y libresca!

Esa mirada es un pozo profundo que abisma a quien se asoma, deseo hundirme en la aguja de tus zapatos, en la línea de tus medias...

Madame X dijo...

Milagros, bienvenida de nuevo a la blogosfera, espero que hayas disfrutado de tus vacaciones. Sobre el “obsequio”, ya te he contestado en tu blog.

Nosotras, muchas gracias.

Betty, te animo a que experimentes con la fusta y todo lo demás. El deseo es el motor de todo y si lo sientes, adelante, no te prives. Estoy segura que candidatos no te faltarán, cara mia.

Gracias, Óscar… Te advierto que la aguja de mis zapatos puede ser lacerante, no sé si te conviene acercarte demasiado. :-)

X

Anónimo dijo...

Magníficamente contada la historia. Yo reconozco que no gusto mucho de ciertos placeres extremos, aunque en los que he probado no me ha ido nada mal. En todo caso, suelo reconocer una buena historia cuando la leo. Y esta lo es.

j dijo...

A mí también se me ha quedado cara de tonto.
Gracias pues por la bofetada.
Beso tus pies.

MeRCHe dijo...

Magnífica historia, y, además le
puede ocurrir a cualquiera. .


;-)

Lluís dijo...

Precioso relato Madame X. Expresas con gran claridad lo que todos hemos pasado en nuestra primera relación de Dominación Femenina. Ese primer paso. Un paso muy difícil de dar, en que nos asaltan las dudas, los temores y los prejuicios que tan profundamente nos han inculcado desde la niñez.

Me alegra que guardes un grato recuerdo de todo ello.

Saludos

Eria.. dijo...

Me has provocado una gran ternura."Dessde aque dia, cuando tiemblo, invoco a la loba". Esa frase me hace pensar en la parte fuerte que todos tenemos para dominar la situacion (de la índole que sea, loba o cordera, tenemos una fuerta a la qu ehay que saber recurrir.
Besitos varios.