Código de barras

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Fotografía de Katarzyna Widmanska (modificada)

Una apacible tarde de julio. Omega me contemplaba interrogante desde su sillón mientras apuraba con parsimonia una pipa.

-¿Estás segura?- me preguntó, con sus ojos negros clavados en mis pupilas.
-Que sí. Estoy muy segura ¿Cuántas veces me lo vas a preguntar?

Ese día había reunido el valor para pedírselo. Tantas veces había escuchado de su boca cómo alguna de sus sumisas se prestaba a ello con devoción y entrega, que terminé por desearlo. Y no porque quisiera estar a la altura de esas devotas, sino por que intuía el mágico efecto que ejercía sobre él semejante juego y me moría de curiosidad. Omega era un amante muy peculiar. Dosificaba, con escalofriante rigor, ternura, pasión y crueldad. Debías abandonarte en sus brazos sin pretensiones ni objetivos. De ello ya se ocupaba él por ti. Era tan cómodo y emocionante ser una muñeca por unas horas. Una muñeca no tiene culpa que jueguen con ella a juegos prohibidos. Las muñecas tampoco tienen pudicia. Sin embargo, yo me resistía a ser su muñeca perfecta. A mí me daban vergüenza muchas cosas y, algunas, asco. Otras, me daban miedo. Lo que más miedo me daba era convertirme en una muñeca perfecta y no volver a despertar del sueño de la bella durmiente. No me fío de los príncipes azules. Son cobardes y terminan por hacerte daño de verdad.

Le había convencido. Sin decir una sola palabra más, se levantó y fue a por el instrumental necesario. A la espera, me dejé caer abierta y desnuda sobre la mullida colcha con la que habíamos cubierto la gran alfombra del salón. A él le gustaba follar en el suelo. Quería recibirle así, como un animal oferente. Disipaba mis temores con las últimas caladas de un pitillo de marihuana. Los muebles que rodeaban el perímetro del altar imaginario de mi inmolación iban perdiendo progresivamente la nitidez de sus geometrías. Para cuando Omega regresó al escenario, una densa nube de angustioso deseo empañaba toda la atmósfera. Estaba desnudo. Se arrodilló a mi lado y desplegó con minuciosidad las tollas que traía. A cierta distancia, posó el pequeño botiquín. Su mirada era inconfundible. Una veladura de sádica lujuria le delataba. Mi última duda, en el instante mismo que abría el receptáculo. De haber sabido cómo, hubiera invocado a mi ángel de la guarda. Alargó la mano para que lo viera bien. Delante de mis ojos, el fulgor del acero. Un fulgor largo tiempo imaginado. La delgada hoja de afeitar entre sus dedos. Me sonrío con una mueca lacerante. No hubo preámbulos piadosos. Apresó mi brazo derecho y no me resistí lo más mínimo. Con la precisión de un cirujano, procedió a hundir la cuchilla en mi antebrazo. El dolor no fue como yo había esperado. Sólo un decepcionante escozor con cada incisión. Hubiera preferido mayor sufrimiento para multiplicar el valor de mi ofrenda. Más decepcionante aún fue la primera impresión de la herida. Desde mi ángulo de visión, alcancé a ver unas finísimas e insignificantes rayitas rojas. ¿Eso es todo?, pensé. Y, de pronto, me sobrecogió la sangre. Empezó a fluir como vigorosas lenguas de lava abriéndose paso entre las grietas de un volcán largamente dormido. Crecían y crecían. Y entonces vi la expresión de Omega, su cara de hipnotizado, con los ojos extasiados. Su boca se precipitó sobre mi brazo ensangrentado con la ansiedad de un drogadicto y comenzó a lamer como si le fuera la vida en ello. Le observé fascinada. El mágico efecto de la sangre superaba todas mis previsiones. Se comportaba como en una alucinación. El manantial viscoso no dejaba de brotar. Su cara, sus manos, su pecho, esparcieron la sangre por todo mi cuerpo. Sus besos impregnaron mis labios con el sabor de una matanza. Nos revolcamos en sangre, mientras me poseía con la furia de un toro herido en la arena.

Cuando todo hubo acabado, me lavó y me curó con la ternura de un padre. Pude entonces ver con claridad las incisiones. Eran tres pequeños cortes paralelos, como de unos 2 centímetros de longitud. Mucho más profundos de lo que había imaginado. Ingenua de mí, había previsto a lo sumo alguna marca que con el tiempo se pudiera confundir con un arañazo accidental y no ese código de barras, perfectamente alineado, en un lugar tan visible.

-Pero mira lo que has hecho. ¡Me van a quedar cicatrices de por vida!- le reproché con voz de niña contrariada.
-¿Y qué esperabas? Te he dado lo que me has pedido.

Era cierto, yo se lo había pedido. Han pasado algunos años, y las cicatrices siguen en mi antebrazo, intactas e imperturbables. Necesito un ángel negro que no me tome por loca ni al que le tiemble el pulso cuando le suplique, en el fragor de los besos, que rasgue la carne para borrar su huella.

16 comentarios:

Dantonmaltes dijo...

Mola...tenemos cosas en común.
http://dantonmaltes.blogspot.com/2010/09/morbo.html

avillarin7 dijo...

Estaba ojeando más abajo y me resulta tan interesante todo lo que escribes que no sabía donde comentar...tengo la intuición de que muchas de las cosas que cuentas un hombre no sabría ni de lo que hablas... genial el blog, un saludo

enrique dijo...

Ciertamente, este relato es el ALFA del morbo...

Algún día te contaré algo sobre un nick omega...

Willow Sweet dijo...

El poder de la sangre...
Aún recuerdo yo ese poder...

Hyku dijo...

La esencia es el primer paso hacia la perfección, desde luego..

Besos curiosos

Mery dijo...

Me ha gustado especialmente ese ansia de sentirse muñeca, una muñeca que no tiene la culpa de lo que se juegue con ella.
A veces es bueno y liberador ser así, actuar así, sin conciencia ni consciencia.

Ese código de barras, por otro lado, es insignificante porque el angel negro es mas poderoso. Seguro que lo sabe.

Un beso y te felicito por el relato.

enkil dijo...

Precioso ;-)

Anónimo dijo...

Es indudablemente un gran relato, cuyo "codigo de barras" conozco en estado aún fresco. Lo que no me casa del todo con el Madame X, es la frase "Necesito un ángel negro que no me tome por loca ni al que le tiemble el pulso cuando le suplique, en el fragor de los besos, que rasgue la carne para borrar su huella.", si me cuadra mas con tu nombre.
Un beso

Justo dijo...

Cómo me ha gustado.. qué bien escribes.

Y me seduce mucho ese tipo de abismo al que te asomas -ayer jugué a algo parecido, en el fondo, aunque no hubiera incisiones-.. hay una autora que descubrí hace poco, Pilar Pedraza, que también bucea por ahí..

¡Quedé con ganas de más!

Un beso, X.

Madame X dijo...

Danton: … he ido al enlace y, efectivamente, tenemos cosas en común :-)

Avillarin7:… gracias por tus palabras y seas bienvenida.

Enrique: … me dejas intrigada. Algún día espero que me desveles algo sobre ese nick. ¿Lo usabas tú acaso?

Willow:… el poder de la sangre es ancestral. Seguro que será interesante lo que puedas contarnos al respecto.

Hyku:… siempre es un placer verte por aquí.

Mery:… ay, sí, de vez en cuando dejarse llevar como una muñeca es estupendo… pero sólo de vez en cuando. Qué bien me entiendes :-)

Enkil:… claro, ¿qué va a decir un vampiro? Un besito.

Anónimo:… querido mío, las licencias literarias tienen eso, que puedes casar y descasar a tu antojo lo que quieras. Aunque no olvides que entre la X y mi nombre sólo hay un soplo insignificante. Distinta letra para un mismo sentir :-) Otro beso para ti.

Justo:… muchas gracias. Buscaré a esa autora. Y disfruta de esos abismos muy lúdicamente, porque en el fondo son viajes de placer. Y, también, viajes de exploración. Un beso.

Anónimo dijo...

Te voy a dedicar una canción: Haz, por favor, clic en el siguiente enlace de YOutube:

http://www.youtube.com/watch?v=r24_T-HOcyg

"I´m your man"
Leonard Cohen

Javier dijo...

Siempre es imposible salir indemne, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea.

Sintagma in Blue dijo...

Qué bien verte de nuevo por estos mundos y con la casa redecorada. Realto intenso como usted, Madame.

Erotismo dijo...

mucho tiempo sin leerte... una grata sorpresa comprobar que tu creatividad crece y crece!

besos

Madame X dijo...

Anónimo... me encanta esa canción, gracias.

Pe-jota... qué razón tienes, hay que tener mucho cuidado.

Sintagma... Gracias. Os echaba de menos.

Erotismo... un placer tenerte por aquí.

Anónimo dijo...

Estremecida de imaginar la situación y de ser protagonista de esos cortes .... mmmmm deliciosas emociones ...