Experiencia surrealista en un hospital



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Fotografía de Darren Holmes

En agosto me hice un corte en el dedo meñique, tratando de salvar una copa de vino, con tan mala suerte que me seccioné los tendones. La consecuencia fue una intervención quirúrgica.

Pues bien, ahí estaba yo en la enfermería de Urgencias dispuesta a afrontar todo el proceso operatorio, pensando que no debía ser muy complicado, pues al fin sólo se trataba de un dedo. Mi primera sorpresa llegó cuando una enfermera me pidió que me desnudara totalmente y me pusiera una bata, faltando aún mucho tiempo para entrar en quirófano, pues tenían que hacerme primero todas las pruebas de anestesia. Me resistí inútilmente. El protocolo, me decían, era de obligado cumplimiento. Cualquiera que haya pasado por una operación sabe cómo son esas batas: abiertas totalmente por detrás, con dos míseros lacitos para anudarlas, uno al cuello y otro a media espalda, de modo que al andar se te va viendo todo el trasero. Esta era de un blanco deslavado, la tela tan fina que se transparentaba y me llegaba a duras penas a las rodillas. A regañadientes, accedí a ponérmela, pero no me dio la gana quitarme ni las bragas ni el sujetador, que para más inri eran negros. O sea, se traslucía hasta el último detalle. Y de esa guisa me llevaron a la sala de espera, abarrotada de pacientes y su parentela, a esperar mi turno para la analítica. Me enfrenté a la enfermera y me negué absolutamente. No estaba dispuesta a aguardar ahí durante a saber cuánto tiempo, sometida a todas esas miradas, entre las que no descartaba algunos ojos masculinos calenturientos posados sobre mis transparencias o mi culo desprotegido. Se avino a dejarme en un cuarto aledaño. Mientras estuve ahí, entre ráfagas de preocupación por la operación, reflexionaba sobre el dichoso protocolo. Imaginaba a una madre de familia, a una adolescente o a un abuelo, sometidos al rigor de la insensible normativa hospitalaria, ahí, cubriendo su desnudez con un miserable trapo, sin atreverse a rechistar. En los hospitales, ya se sabe, una bata blanca es la autoridad absoluta. ¡Qué atentado a la dignidad! Era añadir humillación a la angustia que ya de por si te provoca la inminencia de un quirófano, más el dolor que en muchos casos padece el paciente.

Con todo, lo peor estaba por llegar. Vinieron a buscarme con una silla de ruedas y sobre ella me pasearon cual inválida por medio hospital, de prueba en prueba, transitando por las zonas de consultas externas y pasillos repletos de visitantes ajenas al personal sanitario. Sentada, la bata me llegaba a medio muslo. ¡A mi edad y con minifalda! Me reía para mis adentros. Y di gracias a la providencia por estar recién depilada. Qué bochorno si encima hubiera ido luciendo pelos en las piernas. Dos horas después, por fin, en la antesala del quirófano. Y ahí se me esfumó de sopetón todo atisbo de humor. Aquel era el lugar perfecto para cambiarse de ropa y prepararse para una operación, de hecho, sus instalaciones estaban ideadas para tal fin.

Con la operación no acabó la historia de la bata. El protocolo exigía un nuevo despropósito. Volver a hacer el camino inverso por los mismos lugares y en silla de ruedas, porque el alta me lo daban en Urgencias. Y ahí me dejaron aparcada, en aquella extensa sala de espera, más aglomerada que antes. Ni sé el tiempo que me tuvieron esperando. Hasta que no me quitaran la vía que llevaba clavada en el brazo, no podía vestirme para largarme de una puñetera vez a mi casa, que era en lo único que pensaba. Tras varios intentos infructuosos de que me hicieran caso, agarré por la bastilla el primer uniforme blanco que pasó a mi lado y, con los ojos inyectados en sangre, le dije a su portadora que o me quitaba la vía inmediatamente o me la quitaba yo. No hay nada como poner cara de psicópata. Me atendieron ipso facto. Sólo me faltaba el trago final: atravesar a pie todo aquel recinto exhibiendo medio culo con cada paso y vestirme en un váter inmundo, con vendas y gasas ensangrentadas y fluidos sospechosos por todas partes. Único lugar que tenían para ello.

Dos días después me personé en la oficina de atención al paciente del hospital y denuncié lo que yo había vivido como un procedimiento humillante y totalmente innecesario. Salí con copia de mi denuncia sellada y –lo confieso- con poca fe de que de verdad sirviera para algo.

Para mi asombro, al día siguiente me llamó el jefe del servicio de Urgencias para conocer lo sucedido, me pidió disculpas y prometió tomar cartas en el asunto. A la semana, la gerencia del hospital me mandó una carta donde me comunicaba que se había cursado una orden interna para modificar el protocolo de actuación en Urgencias.

Recuerdo ahora este episodio surrealista casi como un chiste. Pero, al margen de la ironía, lo que realmente me sorprende de todo este asunto es que nadie se hubiera quejado hasta entonces. Han tenido que pasar por esa experiencia decenas, qué digo, cientos de pacientes. De verdad es asombroso cómo nos sometemos a la autoridad de cualquier uniforme con una resignación pasmosa. Creemos más en la fatalidad que en nuestra capacidad para cambiar las cosas. Y así nos va.

18 comentarios:

Mery dijo...

Ay, fermosa, el episodio es lamentable, y eso que por escrito te has ahorrado detalles y mas pudores.
Si, somos corderitos cuando nos sentimos en manos ajenas y superiores.
Como también somos sanguinarios cuando la mas y la impunidad nos ampara.

Qué poco te queda ya para lucir tus preciosas manos en su esplendor.
Un besazo

Mery dijo...

Se me olvidaba decirte que tu casa recién remozada sigue siendo igual de original que antaño.
¡ Tienes un arte, morena !

Pet dijo...

Para llorar sin lágrimas.

Anónimo dijo...

Joder, casi hasta me pongo cachondo con tanto detalle lujurioso (era un poco también el fin, ¿no?)

Anónimo dijo...

Te ha faltado el "casi"? Vaya!

Anónimo dijo...

Qué tensión y qué desagradable tuvo que ser lo que pasaste, Madame. Me lo imagino bien porque conozco los servicios de urgencias por temas familiares y los llamados protocolos de actuación. Se olvidan de que por encima de una norma debiera estar el sentido común, el respeto a las personas y su intimidad, la coherencia con el fin que pretenden al atenderte profesionalmente, que es sanarte. Pero vivimos momentos convulsos, cutres, ramplones, y sin el más mínimo pudor por lo que sea estilo y respeto con las personas como tales.
Vaya trago !!! wowww Lo que sí me hubiera gustado ver es el momento en que diriges tu mirada inyectada en sangre a la bata blanca final ... jooo ... lo mismo le entró canguelo de verte ...
Y cómo te ha quedado la reparación?
Te mando besitos tiernos y mimosos para paliar un poco tanto desatino, bueno su efecto que lo otro lo tienen que arreglar ellos.

Anónimo dijo...

A mí cuando me operaron del menisco, me pusieron esa bata que dices y como no me gusta dar el culito a la gente me la puse con los lacitos delante y fui enseñando las turgentes peras y las ingles brasileñas por todos los pasillos del hospital....fue de lo más excitante, aún están fregando con los incisivos el suelo.

Tiene razón el anónimo del "chichi", esos pelos ya no se llevan...yo te lo recomiendo...es tan suave Madame!!

Y para que veas, aún tuve la chance de casarme con el anestesista (ganan una pasta ya lo debes de saber)lo que pasa es que al poco tiempo me cansé de su visage...era tan sedante y profundo que acabó siendo muy aburrido para una brasileña sabrosona y gozosa como yo que además domina el francés.

Ahora me he lastimado un brazo y estoy escribiendo con los pies...que sepas que me he hecho la pedicura francesa especialmente para ti Madame X, je suis très très Parisienne!!

En fin! te aseguro que el próximo será cirujano...como tienen la mente tan cool va a ser como hacer un puzzle y como oscurece tan prontito vienen bien...lo de juntar piezas es lo mío.

Fríamente déjame que te diga una nimiedad es que escribes muy bien.

Chance!!! Madame X et bonsoir.

Très gentiment,

Una perla fina y exótica.

Zârck. dijo...

Muchas gracias por pasarte de nuevo por mi Jardín. Espero seguir viéndote por allí.
Un saludo.

enrique dijo...

Acertada reflexión.
Parece que llevamos asumida la resignación a que las cosas se hagan mal o peor. Nos falta rebeldia o ganas de actuar.
Y así nos quedamos, con el culo al aire...

Anónimo dijo...

culito de rana, culito de rana, lo que no sana hoy sanará mañana.
Salud.

Anónimo dijo...

jajajaja

Madame X dijo...

Mery: Ya falta nada para recuperar mi dedo. Un beso, guapa.

Pet: hay que verlo con humor ahora que ya ha pasado. Un placer tenerte por aquí.

Anónimo I: ¡qué picarón!

Akuar: gracias por tu preocupación. Y no sé yo si te hubiera gustado verme con cara de loca :-) Un besito.

Brasileña parisienne: un bonito detalle dedicarme tu manicura, merci. Y salta a la vista lo bien que dominas el francés. No me extraña que caigan rendidos a tus pies anestesistas y cirujanos... Toma buena nota de cómo ponerme la bata la próxima vez que entre en un quirófano. Y los chichis, querida, son bonitos en cualquier estilo, ¿no crees? Enchanté.

Zarck: siempre es un placer pasearme por tu jardín. Gracias por tu reciprocidad. Un beso.

Enrique: nunca mejor dicho lo del culo al aire. Y, sí señor, nos falta rebeldía. Un beso.

Anónimo II: eso me lo recitaba mi mami cuando me hacía pupa. Qué tierno :-)

Javier dijo...

A parte de tan indignante y degradante trato, es un placer recuperarte

Toy encantado !!!

Anónimo dijo...

Comparto tu opinión y me alegro de haberte encontrado. Tus respuestas también dicen mucho de ti.

Besos Madame X


Brasileña parisienne...me quedo con el nombre en honor a tu inteligencia.

Anónimo dijo...

A cuadros me he quedado con tu historia. Pero si te operaban el dedo!! En fin, lamentable si señora!!

A mi también me sorprende la sumisión de las personas ante la "autoridad". Para que te hagan caso tienes que denunciar y alzar la voz SIEMPRE

Bravo por la denuncia!! y por el post!

Madame X dijo...

Pe-jota: El placer es mío. Os echaba de menos. Un besote, guapo.

Anónimo: Gracias y bienvenido.

Fire: en un hospital es fácil que te sometan porque dependes de ellos para salir adelante y encima no estás en el mejor momento y bajas las defensas. Pero estoy de acuerdo, hay que alzar la voz si algo no está bien. Un beso.

Justo dijo...

Perdóname, Madame, pero yo lo he visto desde el punto de vista humorístico, y es que lo cuentas tan bien y con tanto detalle, que no he podido evitar estar sonriendo todo el tiempo.. pero no lo tomes a mal, me pasa siempre en estas circunstancias, incluso cuando a mí me pasa algo, jaja, mi familia ya está acostumbrada.

Y dicho esto, hiciste muy bien en reclamar, que a veces según quién no se da cuenta de que somos personas..

Jéssica Vilardi dijo...

tus historias me hacen reflexionar..todo tan cierto..cuántas veces no pasamos por esos momentos que nos dejamos amedrantar por las leyes y preferimos callar .


un abrazo,

Jess