La adúltera [Manuel Vicent]

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En el centro de una plaza pública había un saco lleno de piedras de buen tamaño. Eran piezas sagradas. A la sombra de los pórticos, que tamizaban una luz de cal viva, un centenar de hombres justicieros esperaba. Muy pronto llegaron unos esbirros arrastrando a la mujer adúltera, que fue recibida en silencio por todas las miradas mientras era depositada en tierra con los pies atados. A continuación un juez honorable leyó la sentencia y su voz se unió al balido de unas cabras que desde lejos participaban en la ceremonia. La muerte por lapidación para la mujer adúltera venía ordenada por el Libro Sagrado, el cual no daba resquicio al perdón, ni siquiera a la lástima. Una vez leídos los cargos, los hombres justicieros deberían acercarse a la víctima y armar su mano con una o varias piedras que había en el saco. Todos lo hicieron de forma decidida y después crearon un círculo alrededor de la mujer adúltera, que ya estaba arrodillada. No sucedió en una ciudad de Oriente ni de Occidente, sino en una plaza desolada bajo un cielo de diamante donde los relámpagos secos, a pleno sol, eran la única geometría con la que hablaba Dios. La mujer adúltera dobló su tronco hasta dar con su rostro en el polvo. Protegida la cabeza con las manos, sólo esperaba de sus verdugos la gracia de ser mortalmente herida con la primera pedrada. A una señal del juez que presidía la liturgia, los hombres justicieros levantaron el brazo, pero en ese momento, sin saber de dónde provenía, se oyó la enorme voz de un profeta que dijo: “Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Esa orden, que vino acompañada de un relámpago, paralizó a los verdugos. Con la piedra en la mano todos comenzaron a explorar su conciencia. Mientras la mujer adúltera mojaba la tierra con sus lágrimas, los hombres justicieros iban descubriendo dentro de la propia alma los deseos libidinosos que habían tenido, los hechos inconfesables que habían cometido y que aún permanecían impunes. Todos dejaron la piedra en el suelo y se alejaron, todos excepto uno. Era un hombre puro, libre de pecado, exento de toda culpa, el único legitimado para cumplir la sentencia, según el profeta. Cuando la mujer adúltera levantó el rostro, los pecadores habían desaparecido. En medio de la plaza sólo quedaba aquel hombre casto con el brazo armado. Mientras las cabras con sus balidos le pedían clemencia, el hombre lapidó a la adúltera, llevado por la crueldad que nace de la estricta pureza. Así se convirtió en asesino.
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  • Fotografía: Craig Morey

12 comentarios:

antonio medinilla dijo...

¿Quién sostendrá al ligero serafín entre sus brazos?

QUIEN LANCE LA PRIMERA Y ÚLTIMA PIEDRA.


La sigo, la disfruto, la aprecio en su caja de OjOs.

Salud, feliz año, amiga.


Antonio Medinilla.

noesmivida@hotmail.com dijo...

La relación entrre pureza e hijoputismo creo que se podrías hasta formular matemáticamente ...

Muy bien narrado por Vicent.

Anónimo dijo...

Es cierto y de eso se nutren las religiones, el fanatiso religioso es capaz de asesinar a sangre fría a cualquier ser humano que no "comulgue" con sus credos.
Un artículo estupendo el que has recogido para tu blog.
Besossss y ¡Feliz Año Nuevo 2008!

Gabriel dijo...

bien,soy afortunado porque se que nunca me convertiré en un asesino,pero siempre nos seguiran contando el cuento de que a dios le gusta que no pequemos,yo tambien me lo crei de pequeño.

Max dijo...

Yo, no lanzo ninguna piedra, sólamente te doy las gracias por tu visita y te deseo un
¡¡FELIZ 2008!!

Muchos besos

enrique dijo...

Hace tiempo se dijo: "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra..."

Por otro lado, y como he dicho varias veces en mi blog, me alegro de pertenecer, con todas sus imperfecciones, a la civilización occidental.

Madame X dijo...

Yo también te sigo, Antonio, muy de cerca. Feliz Año.

Estoy de acuerdo contigo, Noesmivida, en ambas aseveraciones.

Besos, Milagros, y feliz año una vez más.

Los cuentos están para no creérselos, Gabriel.

Es un alivio saber que vienes sin piedras, Max. Feliz Año.

T&ambién me alegro de estar en Occidente, y en una sociedad opulenta. Sobre todo por aquello de no pasar hambre, Enrique. Lo que no sé es si me siento orgullosa de ello.

A mí lo que me producen los "puros" es miedo.

... X

Veneris dijo...

¿No dice el texto que no era ni Oriente ni Occidente?

Lo siento, pero la que montó ayer la Iglesia en Madrid sí que me hizo dudar de verdad sobre quiénes son los fanáticos... Todavía se siguen lanzando piedras, aunque sea sobre nuestra conciencia. ¿De verdad somos nosotros los pecadores? No es para sentir ningún orgullo...

Anónimo dijo...

Me da pánico la gente que juzga, pero son necesarios. Lo mejor es que sean los más sensatos y profesionales, a veces no se consigue, pero quiero pensar que es lo que prevale.

Te deseo un año lleno de buenos momentos sean éstos oscuros o a plena luz del día.

Un abrazo y feliz año!!

Madame X dijo...

Así es, Veneris, ni Occidente ni Oriente. Las palabras de los voceros de la Iglesia católica son absolutamente indecentes. Y en Madrid dieron buena muestra de ello.

La diferencia entre los obispos y los ayatolás, es que los primeros no gobiernan.

Juanjo, yo también prefiero que me juzgue un profesional, pero, a poder ser, lo más impuro posible. :-) Gracias por tus buenos deseos. Y a ti, que te vaya bonito en este nuevo año.

... X

Nanuk dijo...

Son las paradojas del ser humano, el puro de corazón, curiosa expresión por cierto, convertido en el primer asesino, pero seamos realistas ¿quién es nadie para dictar la pureza de nada ni nadie? y por otro lado lo peor es que hasta que todos levantan sus brazos justicieros es real como la vida misma, pero esta realidad acaba de otra forma, en la que todos arrojan sus piedras y matan a esta "adúltera"..., así somos, con piedras o palabras...

Bestial texto de infinitas reflexiones, pero bueno, suficiente para agradecer a la iglesia su despliegue de medios en Madrid y ver a los borregos caminar con los ojos cerrados...


un abrazo Madame X

Kostas K. dijo...

No estoy de acuerdo con MANUEL VICENT que, a veces, es bastante fachilla. Si es PUREZA, es BONDAZ infinita; si es BONDAZ infinita pudiera ser que es justiciera; si es justiciera, sabría de sobra que, el adulterio de esta mujer, no tendría que ser castigado, y menos de esta manera. Dedución: el puro del Vicent, no era tan puro como nos ha hecho creer, y como él se lo ha creído.

Besos libertinos y libertarios, por supuesto